Ánimo descompuesto

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Orlando Gil
gil@claro.net.do/@orlandogildice

La democracia dominicana no es­tá en riesgo, pero sí menguada en su ejercicio personal, y no por medidas de coerción, sino into­lerancia del prójimo. En los me­dios, en particular red, radio y televisión se respira un aire enrarecido como la humareda de Duquesa, o se padece un malestar propio de pandemia. Gente que ejerce sus derechos y practica sus libertades sin ninguna restric­ción, se vale del insulto para atemorizar e impedir que otra se desenvuelva en iguales condiciones. Muchos se hacen al ambiente y pasan por alto una situación de embate que pone en entredicho la convivencia democrá­tica. Un orden que como manto sagrado debe cubrir a todos. Uno se pregunta si los candi­datos están enterados de esa degradación, y si la permiten a conciencia o como mal me­nor, pues la perversidad se usa a su favor.

No es tanto la militancia en un partido como la adhesión y el fervor por un aspirante, y más si es a la presidencia de la República.

Tampoco se conoce el cálculo, y se hace cuesta arriba creer que a mayor insolencia, su­perior votación, ya que la decencia –todavía– es norma, no excepción. Aunque tal vez con­venga recapitular, y admitir una mudanza de ánimos, que organizada o natural, mejora la circunstancia. Existe violencia verbal, y a veces de espanto, pero no física. Los muertos de aho­ra son ocasionados por el coronavirus y no por los enfrentamientos de campaña, como suce­día en un pasado no muy distante.

Es un mal recuerdo, pero no deben olvidar­se los llamados muertos de campaña, y pensar que el espíritu de Compadre Mon no cabalga en estos tiempos. La demagogia fue en épo­ca preterida la sal de la política, al menos así la consideró Winston Churchill. Ahora lo sería el populismo, que se desata como zapato viejo y no hay manera de recoger los cordones.

Gajes del oficio podría decirse.

Lo graves es la violencia física de antes que producía saldos luctuosos o de palabras en es­tos días que deshonra innecesariamente.

El discurso político debe recuperar su puesto y enaltecer otros valores que no sean el agravio y la descalificación.

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